Pintura de Edward Hopper
Cansada de rodar,
de soñar apariencias,
de debatirse en vano
ensayando posturas de defensa
o de ataque,
de convertirse en otra,
esa mujer perdida por Manhattan
se ha escondido en un cuadro
de Edward Hopper,
se ha sentado en la cama
de una pensión anónima
y ya no espera nada.
Sin abrir tan siquiera la maleta,
acaba de quitarse los zapatos
porque los pies le duelen,
y se ha quedado sola
entre cuatro paredes,
condenada a aguantar a palo seco
esa luz de la tarde ya en declive
que se filtra en la estancia
veteada de brillos engañosos,
con los brazos caídos
y la mirada estática,
clavada eternamente
de cara a una ventana
que de tan bien pintada
parece de verdad.
Carmen Martín Gaite
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