12 de octubre de 2011

Escena de Otoño



Puede que tu memoria infantil
no registre el recuerdo de aquellas tardes en las que, cogido de mi mano y la de tu abuela
íbamos, entre hojas y bolizos, a recoger castañas
arriba, en el vívero, o en el rincón del río donde habitan, misteriosos y señoriales,
los castaños grandes.
Eras, eres aún pequeño
como fui yo, como hemos sido todos,
y da vértigo pensar que cuando leas esto
ya no serás tan niño. Tan mío como ahora.
Yo también he vivido tardes rojas de otoño
pisando el fruto espinoso para arrancarle su tesoro,
y apenas si recuerdo breves sensaciones que vuelvo
a recobrar gracias a ti, el asombro de tus ojos cuando,
después de la pelea con las espinas, aparece al fin
reluciente, tersa en su piel marrón, la castaña,
el trofeo buscado, y luego, quemándonos los dedos, seguimos peleando por saborear al fin
nuestra victoria, el dulce sabor, el dulce aroma,
de las castañas asadas y el calor de la lumbre.
Adela Sainz Abascal

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