22 de febrero de 2012

VI

Nada hay en esta hora imprecisa salvo
las agujas imparables en su destino,
o los gatos cantando su celo a la noche
mientras olvidan el frío y la lluvia.
Nada nuevo maravilloso o extraordinario
que aferrar entre el humo y la leña,
ni una mísera palabra encerrada
tras los labios obedientes.
Tan solo yo, desprotegida y despeinada,
como el faro que acecha la compañia
de los barcos que beben su luz.
Yo, tan solo, centinela en la distancia
de sueños premeditados, en la sombra,
esperando que al amanecer se desate
la palabra que nos une.
Adela Sainz Abascal

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